El plan era follar,
pero tengo que terminar este poema.
Tengo yo más prisa que la editorial.
Y aquí estamos, cambiando de planes
como cuando no teníamos nada que hacer
y limpiábamos de silencio las calles de la noche
en vez de comenzar a sufrir por el futuro,
que era nuestro deber: amoldarnos, rebañear
con el grupúsculo de humanos adheridos
al dictamen de humanos adhirientes.
Castilla y León venía a Malasaña con nosotros,
estaba en nuestro interior inaccesible,
todos pudieron verla quieta, sujetándonos
los músculos prisioneros de nuestras caras
leonesocastellanas llenas del arrebol de la droga.
Íbamos al Laberinto literal y literariamente,
bebíamos hectolitros de Gúisquicola de mierda
delicioso y lleno de risas con acento de Madrid,
nos morreábamos jugando al futbolín y después
bailábamos los líquidos, las risas y los besos
en La Via Láctea como en Historias de Cronem.
El plan era siempre follar, como voy a hacer yo ahora,
pero siempre acabábamos cantando inéditos versos,
no como yo ahora, que escribo versos publicados ya.
El plan era contar nuestra histeria cronológicamente,
merendar en todas las inauguraciones de La Palma,
galería tras galería nos alimentábamos de arte y vino.
Qué grises admitimos nuestras almas provincianas
en la fiesta madrileña de los ojos de la fauna urbana,
y qué bien las coloreábamos con el marrón rojo piedra
de las calles rotas de nuestra reciente Malasaña.
Nuestro nuevo Madrid, donde antes se nos fusilaba,
ahí había vidilla, había presente, había la guerra,
vivíamos nuestra histeria de artistas en la bohemia,
sin dinero, lazarillos, en las calles de la gloria,
comiéndonos el mundo para defecar poesía.
El plan era lo que fuera menos comercial y follar,
el plan era cambiar de plan con tal de follar,
el plan era soñar con follar y vivir lugares soñados,
el plan era incivilizarnos a menos de tres horas en bus,
el plan era selvatizar nuestras almas castellanas.
Ahora nadie quiere terminar ese poema,
aunque en ahora estoy bien, a punto de follar,
recuerdo con delirio nuestra vieja Malasaña,
cada vez que paso por allí me veo en algún drama:
saliendo de cocinar en Manuela Malasaña tres,
gritándole a un balcón de Santa Bárbara mis gritos,
dejando el baño del Al Ab´oratorio tal y como estaba
después de vomitar y volver a bailar lanzando lágrimas,
mis multas por beber en la plaza donde se nos fusilaba,
mis ángeles volando ebrios de mí sobre los cuerpos lentos.
Sí que quiero terminarlo, me ha traído una cerveza,
se ha puesto a bailar con la música que me estoy metiendo,
estamos a punto de poner punto final a todo esto,
y de pronto escribo esto, viendo su culito marchar,
tengo un compromiso estomacal con estos versos.
El plan era follar en una peli de Almodóvar,
vivir en el Madrid más lejano de mí,
donde yo me imaginaba bobo.
No había nadie de allí,
todas éramos de Malasaña,
del corazón del pop que nos parió
con gafas para pasar por la calle Fuecarral,
con rimas mu bien aderezás de dudas industriales,
de Malasaña, del principio del sur, éramos todas de allí.
De aquí, de Malasaña, de la escuela de macarras,
de la selva en paz de los autodepredadores,
donde por la noche es de día toda la mañana,
aquí pasamos la tarde lejos de la gran manada,
convencidas las personas del rocanrol del mundo.
Seguimos todavía aquí quienes no estamos,
escribimos poemas al barrio en vez de follar,
publicamos en libros intimidades necesarias
para que el mundo sepa que Malasaña se es.
Nunca te vas del lugar donde has sido capaz,
en Malasaña fui capaz de lo que voy a hacer ahora:
mandarle el poema por wasap, para que lo corrija,
y me traiga otra cerveza y lo comentemos.