1978
Nací
mientras nevaba en primavera
como
prueba de que nada es como es.
Desde
el principio fui lo que siempre
dejo
de soñar cuando despierto.
1979
Lo
primero que recuerdo es a mí mismo
comiéndome
una mosca en la puerta del salón.
Con
mis veinteañeros padres aprendí el amor
como
motor, mecanismo y movimiento.
1980
Me
han contado que lloré, lloré, lloré, lloré y
lloré
y lloré hasta conseguir mi guitarra de plástico.
Que
toqué, toqué, toqué y toqué horas y meses
1981
Descubrí
que hay vida en la ficción
refutando
a los guiñoles de mi padre.
Aún
no había cumplido cuatro años cuando supe
que
otro humano se uniría a mis juguetes.
1982
Nació
un ente blanco y luminoso, goloso de la risa,
con
quien aprendí la guerra, la paz, la culpa, el perdón.
Fui
con curiosa ilusión al primer día de colegio,
encontré
niños llorando y profesores agraviados.
1983
Allí
estuve encerrado muchos años, desolado,
harto
de la inercia del rebaño, con el alma enfurecida.
Y
yo todo preguntaba, aunque yo mismo respondía,
me
excitaba alimentar a la insaciable mente nueva.
1984
Comprendí
la libertad de la literatura
atento
a mi madre recreando sus mañanas.
Era
peligroso despertar del trance del juego,
así
empezó la realidad a no ser solamente lo cierto.
1985
Amé
a esos peces de colores
como
aprendizaje del dolor platónico.
Los
enterré en las vías del tren, llorando
con
aquella melancolía a la que ya nunca vuelvo.
1986
A
mis ocho años ya tenía tabaco y perversión,
ya
soñaba versos viejos para el imposible amor.
Aquel
verano otro ente azul salió a su ritmo de mi madre
extrayendo
de su vientre toda la belleza que puedo.
1987
Ya
éramos cinco animales al cobijo del gobierno,
en
un mundo laborioso y con televisior.
Conseguí
en una guitarra de verdad
la,
mi y re, y sus vibraciones matemáticas.
1988
Diez
años esperando a que empezara vida,
bastaron
para ver que no me pertenezco.
Antes
de buscar libertad e independencia,
busqué
vivir la cárcel del amor perdido.
1989
Yo
fui desde siempre el amigo de las niñas,
me
sentía una lesbiana más del grupo.
Pero
tuve que dejar de hacer canciones
dedicadas
a zanahorias, barcos o melocotones…
1990
Con
una guitarra, un pene y una pena,
puedes
gozar de llorar durante todo el verano.
Supe
que para ulular con rigor el poema
tenía
que buscar donde aún no hay palabras.
1991
A
los doce me encerraba a cazar en el aire
los
acordes más oscuros del paraíso.
Los
inmortales que somos ancianos natos,
también
aprendemos a dejar la infancia.
1992
Recién
excarcelado del colegio, feliz y tarado,
me
lancé al fracaso escolar de querer saberlo todo.
Trabajo
duro en el bar despeinando cuadernos,
dedicación
completa al delirante trabajo de campo.
1993
No
pude compartir con mis hermanos
la
guerra de guerrillas de la adolescencia.
Desatado
en mi cuarto, conspiré contra la audacia
que
había alienado también a mis padres.
1994
Amenazaron
las ideologías a mi cerebro ardiente
con
templarme en una fría serenidad de acuario.
Fueron
dieciséis años ensayando el error,
hasta
encontrar un camino de la talla de mis pies.
1995
Todas
las verdades o mentiras podían ser pregunta,
por
eso planeé improvisar mi ruta y ser quien sea.
Postrado
ante la pulsión de resolver el mundo,
puse
mis diecisiete años en escena.
1996
Se
pusieron las canciones al servicio de la duda,
sacando
luz de las chispas de la incongruencia.
Lejos
del mercado laboral, con gravedad de superhéroe,
me
declaré cantautor, firme y humilde iluminado.
1997
Comprobé
bajo los focos que no existo,
que
la entelequia que soy sucede en público,
que
la verdad es un horizonte inalcanzable,
que
me entretiene bastante desestabilizar lo necio.
1998
De
pronto me vi con veinte años aún en secundaria,
inadaptado,
domador de mí, capaz de cualquier epopeya.
En
cada batalla perdida y ganada comprendí
que
ir contra el sistema sólo es ser uno mismo.
1999
Ensegida
los piratas dieron buena cuenta de mi candidez,
por
eso pase un año inanimado en la cama.
Entendí
que el negocio de la trata de canciones
es
impropio de una señoríta.
2000
Heridos
mi amor e inocencia de certezas,
decidí
hacer uso de mi audacia de simio.
Empecé
a entender el mal del mundo
como
una destreza que podría protegerme.
2001
Con
la excusa del éxito, migré a la gran ciudad,
donde
me dispuse a dejarme comer por el mundo.
El
hueco que quedó en mi casa familiar,
es
igual al que tengo ahora entre manos.
2002
No
me endureció el abatimiento, tampoco me hizo blando,
a
los veinticuatro yo era un diablo bien tierno.
Abandonada
la avaricia de ser un personaje,
me
apunté a clases de pensar personalmente.
2003
Me
tomé mi mente en serio con cuidado
para
ver qué hacen los sabios para explicar la nada.
La
ciudad me convenció con su aventura de videojuego,
tanta
vida la podía gestionar en canciones sinvergüenzas.
2004
Preferí
vivir a cantar que vivir es la clave,
los
cantos nacen y vuelan por su propio peso.
No
es fácil vivir de desconciertos,
pasé
todo el exilio bohemio, maldito y coleando.
2005
Aquella
rapidísima eternidad hasta los veintisiete
la
pasé picando piedra para mis castillos voladores.
Pero
me esperaba otra fuerte infección de amor,
ya
estaba casi curado del dolor que me vacuna.
2006
Volví
al pueblo a respirar el aire familiar de un sitio cerrado,
a
mamar, a reconocerme en los escaparates, a dar aliento abierto.
Mis
hermanos y mis padres me encontraron hecho un cristo
y
con su asombro me curaron hasta dejarme con aliento.
2007
Como
no volvía a nevar en primavera, me casé asalariado
para
poder probar los placeres que provee el zoológico.
Enseguida
eché de menos el peligro de ser libre
y
me puse a selvatizar el parque sin darme cuenta.
2008
En
mi pueblo de vuelta encontré a otros monos
hartos
de ir vestidos de botones y ganarse azucarillos.
La
selva crecía a nuestro pequeño alrededor de invernadero,
allí
emprendí mi nuevo huerto de canciones serias.
2009
La
gente mayor cada vez era más joven,
por
eso caí y compré una visa.
Con
más de treinta años, aseado y terco,
escenifiqué
mi acomodo con profundo asco.
2010
A
caballo entre la gran ciudad y el pueblo,
a
burro entre el divorcio y pagar el crédito,
fui
pudiendo regresar
al
lugar al que me había largado.
2011
No
sé muy bien cuándo empieza el ahora,
ni
cuando se me atrofiará la hipermetropía mental,
pero
me siento aún aturdido tras la explosión
que
me dejó por fortuna desahuciado.
2012
Vivir
en la nada no es un no-reto,
acomodado
en la rebeldía hago caros esfuerzos.
Alejarme
de aquellos que me convierten en alguien,
deshabitar
paraísos que me costarían obediencia.
2013
Es
laborioso ser adolescente a los treinta y cinco,
ser
acosado por adultos de todas las edades.
El
milagro del arte me mantiene conectado a mí,
de
hecho soy mi público más agradecido.
2014
Ya
ha pasado unos cuantos pasados,
por
qué no pasar a un presente con futuro.
Entregado
a mi sacerdocio de ermitaño urbano,
soy
célibe y ferviente adicto a la autocontemplación.
2015
Me
acabo de dar cuenta de lo que siempre he sabido
cuando
reviso los apuntes de mis treinta y siete agendas.
Aún
practico la candidez de hacer un mundo a mi modo,
a
pesar de haberlo conseguido tantas veces.
2016
Expulsado
de cada piso, despedido de cada empleo,
siempre
recibo la libertad que exigen mis actos.
A
un paso de la indigencia, rico de mí,
me
dispongo a continuar sin empezar algo.
2017
Sé
que este poema durará toda la vida,
es
bello saber que no termina cuando acabe.
Pues
estoy mirando para siempre el infinito,
componiendo
el mundo para ver qué pasa.