(Nota:
las partes en negrita léanse cantadas usando
una melodía improvisada)
I
No
Puedo mover las manos
y
el aceite de la cabeza
pesa,
rueda
entre mi masa muscular.
No
puedo mover las manos,
no
puedo imaginarte igual ni diferente,
icono
voluble del amor,
rostro
enfadado de manzana,
lengua
gorda,
sábana
plástica,
ave.
No
puedo levantarme de la silla,
tengo
dormido el cuerpo
y
me aprieta en la ingle un dolor interno,
me
duele la figura,
apesto
a sábanas y a pelo, tengo el tacto hipersensible,
la
boca fría al principio y cocida al final,
la
espalda llena de preocupaciones como números tatuados.
La
tarde,
invento
comercial,
despropósito,
avanza
natural sobre su bicicleta de margaritas
No
hay un planeta para mí ni un anillo.
He
estorbado demasiado.
No
hay un desierto para mí, pero sí un río.
He
vuelto a rechinar con las persianas,
he
vuelto a tu lugar o madriguera.
No
he visto a tu madre peinando los tiestos,
ni
he visto un seatpanda aparcado en batería.
He
poblado un momento tu principio y destino y tranquilidad,
he
dejado un papel escupido despacio
y
he mirado el otro lado de la pared de tu cuarto.
II
No
puedo mover mi cuerpo en algunos sueños.
Se
me estaban acabando las tiritas y aún no se me había curado la
herida.
No
puedo transcribir la lentitud con la que escribo,
acabo
de pensar en la palabra Angustia, así, con mayúscula,
y
he decidido poner una lavadora.
No
puedo moverme, he pensado como un árbol,
no
puedo sacudir.
Acaricio
mi palma izquierda con el dedo izquierdo,
me
siento inservible aunque sienta un placer.
Llevaba
tres exámenes sin pensar en ti,
he
tenido droga suficiente.
Y
ante el dolor del trabajo y el punto húmedo del otoño,
algo
tuyo ha evolucionado como un hongo que esperaba.
No
pienso contártelo, es un secreto
y
una metáfora.
Está
encima de mi mesa,
ven
a mirarlo,
prometo
olerte un poco
y
dibujarte después en una servilleta.
No
vengas con la falda de cartón,
trae
pétalos besándote la cara.
Regálame
algo azul inmaterial,
coincide
con un gato en mi portal.
No
me hagas explicarme en la cocina.
III
No
tengo tiempo para ser real.
Disfruto
demasiado del lavabo.
Reflejado
en el espejo me siento menos solo.
No
hay mucha diferencia entre ver e imaginar.
Este
mundo necesita incienso.
Mientras
no puedo moverme se mueve la luz.
Hay
bufandas de sol en el suelo de mi cuarto.
No
puedo mover las manos frías.
¡Que
no voy a volver a verla, dice!
Hoy
mi ordenador lleva sombrero.
Huele
de verdad en tus recuerdos.
Un
tobogán caliente lleva hacia ellos.
Están
debajo, en los cimientos.
Los
deberes forman andamios.
Ese
edificio viejo en obras es mi pensamiento.
No
puedo mover bien los resortes de la voz.
No
oigo cómo suena ahora mismo el teléfono.
No
puedo reconocer la sensación de hambre.
He
decidido escapar. Hace años que quiero escapar.
Hace
un segundo que estoy quieto.
IV
¡Ahora
no quiero cantar!
¡No
me importa llevar un año más estos vaqueros!
Quiero
subir en un tren.
Quiero
el dinero del premio.
Quiero
besar a una persona con abrigo largo de pana.
¡Me
niego a ganarme el pan!
¡El
pan sólo dura un día!
Muevo
con valor mi libertad, la empujo con la cabeza,
con
las manos abrochadas en la espalda.
No
puedo mover mi cuerpo con la misma eficacia,
un
archipiélago de mármol
invade
el arrozal cálido
que
transitaba descalzo.
Infancia
Puta.
¡Escondite!
No
puedo probar la fruta.
Comeré
flores y abejas, pero quiero fruta.
Vivo
en la corteza de la tierra, donde abundan las peras,
espero
siempre con paciencia al autobús,
leo
los remites de las cartas que le llegan al casero,
lavo
los cubiertos al final,
apoyo
la idea,
pero
no hay peras limpias para mí.
No
hay un buen trato en general
para
con los que no tenemos dinero.
No
iré a enamorarme mientras no tenga. Que no tengo.
Pobres
peras sin destino, pobres hombres sin dinero.
Qué
aburrimiento,
qué
honor,
cantar
todas mis canciones en directo;
a
cambio me darán un pan que mañana estará muerto.
No
me deis dinero, dadme un peral.
Y
una flauta, por favor.
Yo
saldré desnudo a dar placer,
les
entregaré el líquido,
les
anunciaré el movimiento.
V
Amor,
tienda
de verano,
he
arrugado tu extensión con una idea.
Hay
un paso entre la calculadora y el dragón: los sentimientos.
No
he tenido en cuenta la plaza y he paseado quieto,
Pero
no soy tonto, podría ser médico de cabecera,
y
sé que esta plaza quiere un paseo.
Yo
no puedo mover estas piernas de arena de playa.
Están
tranquilas y sencillísimas.
Son
unas piernas castellanas con las que nací en Mayo.
Ellas
no se quejan de estar quietas,
igual
que los paseos no se quejan de ser largos.
Estoy
a su lado, esperándolas en silencio,
pensando
en voz muy baja, para que no me escuchen,
parado
contra la naturaleza de mi cuerpo humano.
Nazco
con cada respiración imprescindible,
asciendo
y desciendo,
permanezco,
estás
en el fondo y en el cielo,
ato
con nudos las palabras,
no
sé si decirlo,
pero
disfruto más escribiendo sin hacerlo, sin teclear, sin grabar.
Disfruto
más sin movimiento.
VI
Me
río de mí.
No
te quiero violentar.
Tranquila,
escucha:
rodamos
sólidos.
A
veces te mentí sobre la cara,
te
sometí a la escafandra,
lo
hice con labia,
con
perfumes. Mareado.
En
tus pómulos de aceituna negra
deposité
mentiras en forma de oruga naranja.
Si
tú me vieras ahora me comerías a besos tras matarme.
No
hay duda de que te debo un presente, amor a voces, musérrima.
No
te lo daré
porque
no
puedo moverme.
No
podría mover tus manos,
caminarías
sola,
nuestros
hijos serían gatos,
la
cocinera estaría harta,
tu
madre cedería de nuevo.
Tu
madre es cómplice,
ella
entiende nuestro amor.
Tiene
ojos en tu cara,
y
una colección de dudas de piedra.
Quiero
a tu madre desde aquel día
que
nos pilló afinando tu guitarra.
Tu
madre es nuestra.
VII
No
puedo mover algo.
El
frío está engañando de nuevo al animal.
Parece
que se mueve este planeta enorme.
Yo
soy un pequeño individuo quieto en su silla.
Me
puedo mover a la vez que tú, gitana,
pero
baila con cuidado
no
te vayas a divertir.
El
frío está añadido a la penumbra. Me asombra que aún se vean las
tijeras.
No
pienso quedarme solo. Si no tengo luz soy una espera.
¡Sacrifico
a esta lata de atún al dios que sea!
Da
igual, a cualquier dios menos Al Nuestro.
Qué
difícil es quitarse la túnica de cemento del cristianismo,
sobre
todo cuando llega el otoño y huele a café sobre el trigo.
Cuando
termine de caer en este precipicio
se
hará pedazos contra el suelo.
Pero
no digo del precipicio de mi voluntad,
que
es tonta,
¡digo
del precipicio de mis deseos!
Que
no termina,
empieza,
administra,
Es
un tubo igual de ancho que de largo,
un
precipicio de diseño, aunque naturaloide pero coloreado.
VIII
No
puedo mover el cuello, pero sí el pelo.
Por
lo de siempre: el pelo sale muy, muy despacio,
parece
que no sale.
No
sale.
Se
mete él en la realidad.
Así,
si me quedo quieto, la realidad no me absorbe.
Pero
me crece el pelo,
¡salgo
fuera!
Me
crece también la personalidad
si
no estoy quieto.
No
quiero ir al peluquero de la personalidad,
no
quiero ir en lapicero hasta el final del verso,
no
quiero tener que robar.
Quiero
enfundar un sofá.
Quiero
saber el canal opcional a los sueños
para
decirte: hola, guapa, ritmo...
No
puedo moverme, pero puedo navegar por Internet.
No
es sorprendente, eso es lo malo, eso es lo imbécil.
Voy
de un sitio a otro rápido, sereno y atemporal. Tengo algunas
contraseñas.
Voy
sin cuerpo. Allí a veces estas tú.
La
gente que desaparece permanece en Internet.
Todos
terminaremos algún día en Internet.
Veo
gracias a la luz del ordenador.
Las
cosas de mi habitación son simpáticas conmigo.
Yo
les hago fiestas donde bailo y me masturbo.
Esta
guitarra es un testigo de mi intimidad divertida.
Esa
luna que se quiere reflejar en el espejo está desnuda.
El
tiempo debe de estar pasando, suena, atiza en el exterior.
Duele
a veces como una bajada violenta.
Otras
veces espuma que rompe contra el acantilado.
IX
No
me puedo mover, pero no hay quien me calle.
Estornudo
mis ideas sobre los demás.
Me
limpio,
delineo,
espero
y
vuelvo a estornudar. Pero:
yo
soy
la
primera idea
que
no puedo comprender;
y
estoy quieto.
Sólo
se mueve mi cuerpo
porque
lo mueve el tiempo.