viernes, 29 de marzo de 2013

Orden


I

a, b, c, d y todo eso,
me ayudarán a superar el silencio de esta despalabrada rabia.

El humor, la belleza, el ritmo...
Todos los albañiles del verbo, ¡a trabajar!

Gruño la palabra rabia,
y me salen de la garganta, uno tras otro,
tres puntos suspensivos.

¿Me quedaré de nuevo en preámbulos?
He dormido muchas noches junto a la puerta de la poesía.
Hoy he traído sopa y porros,
pero nada dulce. Ni besos.

Pero ¿a mí qué me importa lo que yo piense?
Lo que pienso ¡ya lo sé!, y mola y tal...
Cuando me aposto en la puerta de la poesía,
lo que ando buscando son espirales de luz.
Si no las consigo se me mueren los ojos.


II

La sopa está rica. Fumo.
Un desierto cálido avanza arrasando
los parajes helados de mi espacio interior.

Hemos quedado en que íbamos a hablar de la rabia, ¿no?
Pues ahora no sé dónde está...
Estaba ahí,
en la parte de arriba de mi cerebro,
junto a los ojos de Silvia.

¡Ya la veo!
Ahora está descansando.
Junto a ella descansan también mis asuntos:
los conciertos, la piel de la base de la espalda,
una naranja diaria, un beso menos al minuto,
Elena y las serpientes que mueven su cuerpo,
el alquiler,
la sonrisa de Andrea, las persianas, todas las flores,
la melancolía,
medio pollo troceado, un diente de ajo y sal,
las enfermedades, las facturas, la caca y el pis,
la puta luna, el metrodemadridinforma,
la paciencia, el cinismo y la calidad.

La rabia
es el polvo que hay entre los trastos de mi cerebro.

Polvo sobre mis manos de niño.


III

Si voy a llorar, lo dejo.
Paso de hostias. Yo he venido aquí a mojarme de luz.

Los duendes que andamos entre los veinticinco y los treinta,
no sabemos si dejarnos la barba larga.
Yo tengo problemas con el resto de los saltamontes,
porque he decidido saltarme,
qué digo saltarme,
¡pasar por debajo de las normas!
Y eso les jode sobremanera.

No debo llorar, debo asesinar.
Pero con cuidado de no matar a nadie.
Asesinar al puto cobarde que hay en mí.
Asesinar al culpable y arrepentido cristiano que hay en él.

Desordenar el principio y el final,
y continuar dando vueltas alrededor de las esferas.

...Nada, que no me sale;
continúan cerradas las puertas de la poesía.


IV

Cuatro.
¡Y qué!

V

Pisar los charcos.
Bajar del autobús.
Merendar en casa yo solo.
Escribir sobre las páginas de los libros.
Lanzar un balón contra el ventanal.
Rascarme las nalgas con las diez uñas.
Rellenar un albarán.
Subir a un taxi.
Cancelar una cuenta.
Haber reído. Reír.
Gritar enfadado.
Gritar.
Llorar sin cesar.
Tirar ropa a la basura.
Jugar a las muñecas y a los coches a la vez.
Comprenderlo mejor.
Reinventar el universo.
Follar.
Escribir.
Zampar.
Y viceversa.


VI

Ya me encuentro mejor,
lo cual es una mierda, porque hace frío en la paz.
Siempre algo puede ser una mierda,
sólo hay que buscar bien.

Ya estoy más tranquilo.
la rabia se ha convertido
en un mero recurso literario,
en un pretexto para tomar sopa.

Pero ya me la he tomado y estoy agusto.
Todo en orden: cuatro versos por estrofa,
una calada cada dos ideas,
bostezos al azar, suspiros; trabajo concienzudo.

¡¡Me aburro!!
Haz el favor de dolerme, problema,
o terminaré siendo periodista, o poeta.


VII

En el espejo está la respuesta:
soy una cosa rara que se mueve voluntariamente.

En el servicio siempre actúo para mí,
no sea que dé mala imagen ante los espejos.

He orinado con bastante elegancia.
Con la espalda recta, me he lavado las manos.
Me he mirado de soslayo, y he salido.

Habría que rebobinar los espejos.


VIII

viii
¡Viii...!,
¡viii...!, ¡viiiiiiiiii...!
Vi una loncha de labio planeando en el humo...
(Imágenes reales no tengo ninguna,
sólo un gran despliegue de ideas informales:)
un camino de piedras de carne humana,
un edificio de goma espuma,
un juez de dibujos animados,
una bandada de funcionarios,
un tenedor de tomate,
una salida hacia el interior,
una cita para despedirse...

Oh, qué dura es la vida del animal humano,
cuya naturaleza mental, le impide ser real.

El langostino que no quiere volver a ver al caballito de mar,
no queda con el caballito de mar para despedirse,
sobre todo si los dos viven en Madrid.


IX

La otra tarde vi llover,
vi gente correr,
y no estabas tú” (canción conocida)

La otra tarde vi llover y a gente correr, pero no estaba yo.
Hay que ver lo inexistente que soy.
Estoy triste de oquedad,
solo de identidad,
lejos de ser ahí.

Tiro-rio-rio-rá,
mierda de dolor, mierda sin sabor.

¿Quieres ir al cine sola?
Te doy el dinero y cenas sola,
te acompañas a tu casa, te besas en el portal,
y te follas tú sola.

Porque yo estoy lleno de puertas cerradas.

Hay un señor, que no soy yo,
que va siempre con vosotras a los sitios.
Yo os observo acojonado desde detrás de sus ojos.
Sois bonitas y poderosas, podríais reconstruirme,
pero me cago de miedo y me muero de amor.

Es que, joder, no entiendo nada.


X

Sí a la promiscuidad.
Sí a la independencia.
Sí a la libertad y a la razón.
Sí a la fuerza natural del ser vivo.
Sí a al bálsamo de la paz.
Sí a la aventura de no saber.
Sí a la comunicación.
Sí a la música y a las ciudades.
Sí a la belleza de lo diferente.
Sí al no.
Sí a las faldas y a los sombreros.
Sí al invierno blanco y azul.
Sí a todas las primaveras.
Sí a la fruta y a las personas.
Sí a la ciencia.
Sí al sí.
Sí.

2 comentarios:

  1. Sólo decir que me he leído las 10 del tirón, eso quiere decir algo entre tanta basura de tanto bloggggggg.... un saludo y suerte con el libro...

    ResponderEliminar
  2. Una serie interesante y valiosa.

    ResponderEliminar