viernes, 29 de marzo de 2013

Desorden

(Nota: las partes en negrita léanse cantadas usando una melodía improvisada)

I


No Puedo mover las manos
y el aceite de la cabeza
pesa,
rueda entre mi masa muscular.

No puedo mover las manos,
no puedo imaginarte igual ni diferente,
icono voluble del amor,
rostro enfadado de manzana,
lengua gorda,
sábana plástica,
ave.

No puedo levantarme de la silla,
tengo dormido el cuerpo
y me aprieta en la ingle un dolor interno,
me duele la figura,
apesto a sábanas y a pelo, tengo el tacto hipersensible,
la boca fría al principio y cocida al final,
la espalda llena de preocupaciones como números tatuados.

La tarde,
invento comercial,
despropósito,
avanza natural sobre su bicicleta de margaritas

No hay un planeta para mí ni un anillo.
He estorbado demasiado.
No hay un desierto para mí, pero sí un río.

He vuelto a rechinar con las persianas,
he vuelto a tu lugar o madriguera.
No he visto a tu madre peinando los tiestos,
ni he visto un seatpanda aparcado en batería.

He poblado un momento tu principio y destino y tranquilidad,
he dejado un papel escupido despacio
y he mirado el otro lado de la pared de tu cuarto.

II

No puedo mover mi cuerpo en algunos sueños.
Se me estaban acabando las tiritas y aún no se me había curado la herida.
No puedo transcribir la lentitud con la que escribo,
acabo de pensar en la palabra Angustia, así, con mayúscula,
y he decidido poner una lavadora.

No puedo moverme, he pensado como un árbol,
no puedo sacudir.
Acaricio mi palma izquierda con el dedo izquierdo,
me siento inservible aunque sienta un placer.

Llevaba tres exámenes sin pensar en ti,
he tenido droga suficiente.
Y ante el dolor del trabajo y el punto húmedo del otoño,
algo tuyo ha evolucionado como un hongo que esperaba.
No pienso contártelo, es un secreto
y una metáfora.
Está encima de mi mesa,
ven a mirarlo,
prometo olerte un poco
y dibujarte después en una servilleta.

No vengas con la falda de cartón,
trae pétalos besándote la cara.
Regálame algo azul inmaterial,
coincide con un gato en mi portal.
No me hagas explicarme en la cocina.

III

No tengo tiempo para ser real.
Disfruto demasiado del lavabo.
Reflejado en el espejo me siento menos solo.
No hay mucha diferencia entre ver e imaginar.
Este mundo necesita incienso.

Mientras no puedo moverme se mueve la luz.
Hay bufandas de sol en el suelo de mi cuarto.
No puedo mover las manos frías.
¡Que no voy a volver a verla, dice!
Hoy mi ordenador lleva sombrero.

Huele de verdad en tus recuerdos.
Un tobogán caliente lleva hacia ellos.
Están debajo, en los cimientos.
Los deberes forman andamios.
Ese edificio viejo en obras es mi pensamiento.

No puedo mover bien los resortes de la voz.
No oigo cómo suena ahora mismo el teléfono.
No puedo reconocer la sensación de hambre.
He decidido escapar. Hace años que quiero escapar.
Hace un segundo que estoy quieto.

IV

¡Ahora no quiero cantar!
¡No me importa llevar un año más estos vaqueros!
Quiero subir en un tren.
Quiero el dinero del premio.
Quiero besar a una persona con abrigo largo de pana.

¡Me niego a ganarme el pan!
¡El pan sólo dura un día!

Muevo con valor mi libertad, la empujo con la cabeza,
con las manos abrochadas en la espalda.
No puedo mover mi cuerpo con la misma eficacia,
un archipiélago de mármol
invade el arrozal cálido
que transitaba descalzo.
Infancia Puta.
¡Escondite!

No puedo probar la fruta.
Comeré flores y abejas, pero quiero fruta.
Vivo en la corteza de la tierra, donde abundan las peras,
espero siempre con paciencia al autobús,
leo los remites de las cartas que le llegan al casero,
lavo los cubiertos al final,
apoyo la idea,
pero no hay peras limpias para mí.
No hay un buen trato en general
para con los que no tenemos dinero.
No iré a enamorarme mientras no tenga. Que no tengo.
Pobres peras sin destino, pobres hombres sin dinero.

Qué aburrimiento,
qué honor,
cantar todas mis canciones en directo;
a cambio me darán un pan que mañana estará muerto.

No me deis dinero, dadme un peral.
Y una flauta, por favor.
Yo saldré desnudo a dar placer,
les entregaré el líquido,
les anunciaré el movimiento.

V

Amor,
tienda de verano,
he arrugado tu extensión con una idea.
Hay un paso entre la calculadora y el dragón: los sentimientos.
No he tenido en cuenta la plaza y he paseado quieto,
Pero no soy tonto, podría ser médico de cabecera,
y sé que esta plaza quiere un paseo.

Yo no puedo mover estas piernas de arena de playa.
Están tranquilas y sencillísimas.
Son unas piernas castellanas con las que nací en Mayo.
Ellas no se quejan de estar quietas,
igual que los paseos no se quejan de ser largos.
Estoy a su lado, esperándolas en silencio,
pensando en voz muy baja, para que no me escuchen,
parado contra la naturaleza de mi cuerpo humano.

Nazco con cada respiración imprescindible,
asciendo y desciendo,
permanezco,
estás en el fondo y en el cielo,
ato con nudos las palabras,
no sé si decirlo,
pero disfruto más escribiendo sin hacerlo, sin teclear, sin grabar.
Disfruto más sin movimiento.

VI

Me río de mí.
No te quiero violentar.
Tranquila,
escucha:
rodamos
sólidos.

A veces te mentí sobre la cara,
te sometí a la escafandra,
lo hice con labia,
con perfumes. Mareado.
En tus pómulos de aceituna negra
deposité mentiras en forma de oruga naranja.

Si tú me vieras ahora me comerías a besos tras matarme.
No hay duda de que te debo un presente, amor a voces, musérrima.
No te lo daré
porque
no puedo moverme.

No podría mover tus manos,
caminarías sola,
nuestros hijos serían gatos,
la cocinera estaría harta,
tu madre cedería de nuevo.

Tu madre es cómplice,
ella entiende nuestro amor.
Tiene ojos en tu cara,
y una colección de dudas de piedra.

Quiero a tu madre desde aquel día

que nos pilló afinando tu guitarra.
Tu madre es nuestra.

VII

No puedo mover algo.

El frío está engañando de nuevo al animal.
Parece que se mueve este planeta enorme.
Yo soy un pequeño individuo quieto en su silla.
Me puedo mover a la vez que tú, gitana,
pero baila con cuidado
no te vayas a divertir.
El frío está añadido a la penumbra. Me asombra que aún se vean las tijeras.
No pienso quedarme solo. Si no tengo luz soy una espera.

¡Sacrifico a esta lata de atún al dios que sea!
Da igual, a cualquier dios menos Al Nuestro.
Qué difícil es quitarse la túnica de cemento del cristianismo,
sobre todo cuando llega el otoño y huele a café sobre el trigo.
Cuando termine de caer en este precipicio
se hará pedazos contra el suelo.
Pero no digo del precipicio de mi voluntad,
que es tonta,
¡digo del precipicio de mis deseos!
Que no termina,
empieza,
administra,
Es un tubo igual de ancho que de largo,
un precipicio de diseño, aunque naturaloide pero coloreado.


VIII

No puedo mover el cuello, pero sí el pelo.
Por lo de siempre: el pelo sale muy, muy despacio,
parece que no sale.
No sale.
Se mete él en la realidad.
Así, si me quedo quieto, la realidad no me absorbe.
Pero me crece el pelo,
¡salgo fuera!
Me crece también la personalidad
si no estoy quieto.

No quiero ir al peluquero de la personalidad,
no quiero ir en lapicero hasta el final del verso,
no quiero tener que robar.
Quiero enfundar un sofá.
Quiero saber el canal opcional a los sueños
para decirte: hola, guapa, ritmo...

No puedo moverme, pero puedo navegar por Internet.
No es sorprendente, eso es lo malo, eso es lo imbécil.
Voy de un sitio a otro rápido, sereno y atemporal. Tengo algunas contraseñas.
Voy sin cuerpo. Allí a veces estas tú.
La gente que desaparece permanece en Internet.
Todos terminaremos algún día en Internet.

Veo gracias a la luz del ordenador.
Las cosas de mi habitación son simpáticas conmigo.
Yo les hago fiestas donde bailo y me masturbo.
Esta guitarra es un testigo de mi intimidad divertida.
Esa luna que se quiere reflejar en el espejo está desnuda.

El tiempo debe de estar pasando, suena, atiza en el exterior.
Duele a veces como una bajada violenta.
Otras veces espuma que rompe contra el acantilado.

IX

No me puedo mover, pero no hay quien me calle.
Estornudo mis ideas sobre los demás.
Me limpio,
delineo,
espero
y vuelvo a estornudar. Pero:

yo

soy
la primera idea
que no puedo comprender;

y estoy quieto.
Sólo se mueve mi cuerpo
porque lo mueve el tiempo.

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