I
Los locos
queríamos ser
sinceros.
Abríamos todo
para que
entrase todo.
Lo dábamos
todo.
Soy domador
de dragones,
ya no me
enfrento a la cordura,
sigo abierto,
estoy loco,
no me importa.
Los domadores
de dragones
somos como
éramos,
somos niños.
Estamos bien.
Domamos
dragoncitos
para que nos
quemen un poco.
II
He tenido
ante mi pequeño látigo
al dragón más
grande del mundo.
Yo estaba
loco y el dragón me curó.
Me quedé con
el dragón para siempre.
Me domó.
La cordura me
aplastó sin pestañear.
Morí durante
unos días
cuando el
dragón perdió parte de su fuego.
III
No pienses
nada, gilipollas.
Espera, ten
paciencia.
Tu dragón
volverá lleno de fuego.
Y me quedé
echo una puta mierda.
Comencé a
escribir poemas.
Para sentir a
mi dragón, lo escribía.
Era el dragón
más grande del mundo,
pero era un
dragón pequeño,
era verde,
con espinas rojas, precioso.
Rugía y me
mordía,
me daba
placer,
me enseñaba
mi fuego,
era perfecto
para mi locura.
IV
Los locos
esperamos estar solos.
Amamos con
inocencia a miles de elementos.
La soledad es
el camino
para
cualquier domador de dragones o mariposas.
Los poemas
que construí
los hice de
una forma muy extraña:
primero hice
este mismo
sabiendo de
la existencia de los demás.
Luego iba a
hacerlos.
V
Mientras, mi
dragón sobrevolaba Madrid
con ojos
rojos.
Soltaba su
fuego nuevo
y crecía.
El dragón
volaba hacia mí,
yo no lo
sabía,
en ese
momento la cordura me cegó.
¿Por qué no
me hice ninguna pregunta
en ninguno de
mis poemas?
Lo sabía
todo.
Sentía su
fuego apagarse,
su luz azul
era verde,
estaba triste
y triste.
Yo sabía por
qué,
pero la
cordura me materializó,
convirtió mi
percepción bonita de loco
en una puta
forma común, compleja y retrógrada.
VI
Fui a buscar
a mi dragoncito
lejos de
donde estaba,
lo cual nos
alejó bastante.
Es un dragón
loco,
domador de
domadores.
Desconoce la
cordura y es feliz.
Sé que
encontraré a mi dragón
allí donde lo
vi por primera vez.
Es el
paradigma de mi locura
mi compañero
domador, mi fuego.
VII
(Poema en
construcción)
No hay comentarios:
Publicar un comentario