I
¿Qué cojones te pasa, oh,
amarga charca de culpa?
¿No saber a dónde ir a mitad de
camino?
¿Tener las manos en el cielo y
los pies en el lodo?
¿Aburrido, quizá, sólo por
pensar en la idea de prosperar?
¿A gusto en el cansancio de
lloriquear «no puedo»?
¿Preocupado por tener que
entonar tantas interrogaciones?
¿Harto de sortear con arte
tristes atajos al trabajo?
¿Cansado de correr detrás de
ese yo cansado de ti?
¿Qué ovarios te pasa, oh,
empalagosa baba de lascivia?
¿Tienes acaso temor al ocaso de
tu osadía?
¿Adoleces de adolescencia?
¿Hastiado de juegos de palabras
sin saliva?
¿Sediento de toda sed?
¿Qué ojos te pasa, oh, insólito
androide de carbono?
¿Confuso ante la probabilidad
alta de ser una cosa?
¿Frustrado ante la condena de
realidad eterna?
¿Piensas estar siempre agazapado
tras tu recelo?
¿Celebras la neutralidad de tu
equilibrio quieto?
¿Harás aquello para lo que se
te ha programado?
¿Dejarás a un lado tu
animalidad felina y divina?
¿Salvarás sólo tu culo de la
injusta necedad?
¿Estás leyendo lo que escribes
o sólo bailas?
¿Te das cuenta de la falta que
te haces?
¿Qué pájaros te pasa, oh,
candoroso crío soberbio?
¿Castigado en tu habitación por
no obedecer estupideces?
¿Planeando un motín tras otro
contra todo orco?
¿Amargado desde bebé por tener
que exigir cada mililitro?
¿Desagradecido con el universo
que te ofrece belleza?
¿Encerrado en tu criterio
libérrimo y reivindicativo?
¿Acomodado en la rebeldía?
II
«¿Qué
cojones te pasa, oh, amarga charca de culpa?».
Soy el líquido que sale hediondo
de mis poros,
las toxinas en las que nado soy,
légamo también sólido y
gaseoso,
me lavo y ya sale de mí nuevo
lodo.
Dejo un rastro de inmundicia
donde me aposento,
no sabría sobrevivir sin supurar
lo impuro,
lo contrario de la savia, la
tonta hez
que disfruto excretar por
doquier.
Para estar fresco y lamible,
obsesivamente cloaco mis
sustancias,
las manos impecables, inmaculado
el ano.
Niego en todo caso cualquier
despojo.
Así expulso de mí también
mierda mental,
digiero malicias y odios con la
química del verbo,
las convierto en forma que
depongo en el papel.
Toda esta basura es la belleza
por la que me inclino.
Soy, sí, amarga charca de culpa
a la que le sucede el milagro de
la melancolía.
III
«¿Qué
ovarios te pasa, oh, empalagosa baba de lascivia?».
Quiero follarme a la gente,
mirarla y llevármela a un sofá,
oler las partes ricas de su
materia,
hacernos esas cosas que salen
solas.
Después, entre sofá y playa
llevar de la mano a la gente
por las calles y los ascensores,
beber líquidos, ingerir sólidos,
decir prosa, cantar versos.
Esto tan simple es imposible.
La gente tenemos miedo de la
gente,
no nos decimos que nos
follaríamos,
nos lo guardamos en secreto a
nosotras,
personas amando a otras con el
amor de todas.
Si la gente me follara cuando
quisiéramos,
cuando por los poros nos salieran
mieles,
cuando sería tan fácil como
hacerlo,
cuando de algún modo somos todo,
si la gente folláramos entonces,
habría terminado el medievo.
No seríamos seres
autoadiestrados
mirándonos sin vernos,
husmeándonos,
cansados, convencidos,
desconectados
del amor, del amor, del amor
por el que dejamos de supurar
empalagosas babas de lascivia
que quizá se traguen los
cánceres.
IV
«¿Qué
ojos te pasa, oh, insólito androide de carbono?».
Yo no habría nacido si la nada
no existiera,
habría estado siempre aquí
donde sea esto,
siendo lo que sea que soy.
Está deliciosa esta hamburguesa,
¡oh, Señor!,
gracias por este planeta y por no
existir,
por ser parte de la nada, por las
patatas fritas.
En este momento en que no soy la
nada,
dedico todo mi sistema
psíquicorgánico
a alimentarme, a dar
explicaciones y a tragar.
Los pájaros lo pasan mejor por
las tardes,
se lo montan mejor que yo en
general,
exceptuando lo de los
crucigramas.
Todos venimos de la nada, pájaros
y piedras,
toda esta materia viene de
ninguna parte
y pronto regresará con nosotros
dentro.
Mientras tanto, la democracia
triste,
la ganadería nazi, la
agricultura tirana,
la avicultura abusiva, la
entomología abductora.
Entre la nada y la necedad
nacemos y morimos
todos los seres que no se sabe
para qué somos,
y este insólito androide de
carbono duda.
Ir a mi destino, hacer mi
trabajo, ser lo que sea
lo dicta el placer, el dolor y
una lógica de loro
que repite sin entender los
dogmas de la ciencia.
La gran respuesta al por qué no
es sino la nada,
la nada imposible a la que
volvemos eternamente
y, por qué no, de la que
renacemos siempre.
V
«¿Qué
pájaros te pasa, oh, candoroso crío soberbio?».
Poco puedo hacer ante la soberbia
que me impide admitir mi ignorancia,
dos y dos son cuatro y punto
pelota, me niego a darle más vueltas,
pero no admito la elocuencia de
nuestros educadores.
Los deberes los va a hacer tu
puta madre, ponen Barrio Sésamo por algo,
eso sí que me lo trago y no las
mierdas que deponéis en nuestros cerebritos
recién salidos de la nada, ahora
encerrados, domados, con la excusa de la ciencia.
Toda mi curiosidad sin resolver
agonizando en el aburrimiento del aula,
toda mi sexualidad sin remover
padeciendo el tedio de la catequesis,
toda mi creatividad sin refinar
bloqueada en el sopor del conservatorio.
Normal que me esconda tras mi
pubertad interminable para siempre,
sigo sin tragar porque sí,
cojones, y sí me enfado, ovarios, me harta
la facilidad con la que mi yo
adulto desea la paz del oprimido.
Pues llega un momento en que te
ves viejo para rebelarte, cansado,
dan ganas de autoconvencerse de
que así son las cosas, hombre.
Pero el cordero asustado que soy
acostumbra a morder al pastor.
Entonces la belleza y la bondad
del mundo, los manjares, las lascivias,
la poesía sin palabras, la
música sin pautas las gano en pequeñas batallas
en las que salgo herido y
victorioso o ileso y derrotado. Siempre pierdo.
Temo haberme acomodado en esta
guerra de guerrillas sangrienta,
sumiso a esta rebeldía, esclavo
de mi libertad, militante pacifista,
quizá es hora de salir de mi
guarida para sonreír con lástima al mundo.
(Poema incluido en el libro "Acomodado en la rebeldía" publicado en 2019 por Noviembre Poesía)